sábado, 29 de noviembre de 2008

La expulsión del Creador de la defensa de la Vida.

Benigno Blanco, Presidente del Foro Español de la Familia, ha afirmado que el aborto es una forma de "violencia machista", tal como se refleja en este artículo.

Benigno Blanco es una de las voces que mejor ha explicado en qué consiste eso que se denomina ideología de género. Es una mente lúcida y activa que lucha contra la ola relativista que invade a la sociedad española.

Pero hay que reconocer que sus declaraciones cuando menos están cojas. Es muy habitual en el ámbito de defensa de la vida y la familia escuchar argumentaciones que utilizan como plantilla conceptos y clichés creados por la izquierda y los medios de comunicación, aún cuando digan grandes verdades bajo ese manto light. Se afirma, por ejemplo, que las mujeres, al sufrir la falta de formación moral y luego padecer las secuelas de un aborto son también víctimas y, por tanto, una razón para defender la vida del nasciturus. El aborto, se dice también, perjudica enormemente a la sociedad, la priva de sujetos que podrían hacer grandes cosas (argumento un tanto fallido porque nadie considera que también podrían salir de los niños abortados tiranos y sátrapas). Son argumentos verdaderos, pero sesgados, subjetivos y emocionales. Buscan el aplauso del público y los medios. Así, decir que el aborto es una forma de "violencia machista" debería, supuestamente, convencer a quienes defienden el asesinato del no nato de que es una aberración, pues no sería acorde a los esquemas de lo políticamente correcto. A ello se añade la forzada a-confesionalidad de las instituciones provida, como el propio Foro Español de la Familia, y tenemos una receta que debería, según parece, cambiar las tornas hasta que los proabortistas se rindieran incondicionalmente ante la evidencia.

Pero ante este proceder hay varias quejas que esgrimir:

1. No nos engañemos, aunque la defensa de la vida desde su concepción es propio del Derecho Natural, quienes en España se oponen al aborto no son, por lo general, agnósticos, judíos o musulmanes. Sólo los católicos dan la cara en este asunto, así como ocurre en el resto de Occidente, donde la lucha por los no natos la encabeza en primer lugar la Iglesia y, de forma más tibia, diferentes comunidades protestantes.

2. Utilizar clichés de los enemigos para convencerlos no parece haber dado resultado hasta ahora. Quizá se deba a otras razones, pero bien podría ser este fiasco consecuencia de que para emplear esta estrategia nos olvidamos de la raíz de la defensa de la vida, que no es el problema del machismo, ni el sufrimento que produce en la sociedad y en las mujeres que practican el aborto. La verdadera razón de porque el aborto es radicalmente inmoral es que atenta contra la naturaleza humana, es decir, contra la verdad del hombre, de forma que se niega la maternidad de la mujer para matar a un ser vivo, humano e inocente. Las víctimas del aborto, los niños no nacidos, caen ante el empeño de negar la naturaleza humana.

Aunque no causara violencia machista, aunque las mujeres que abortaran no sufrieran posteriormente las terribles secuelas conocidas como síndrome postaborto, aunque todos y cada uno de los abortos se debieran a los más terribles males sociales o personales que acecharan a los padres, la razón última por la que el asesinato de los no natos es siempre inmoral es porque contradice la Ley Natural. Cierto, los abortistas no aceptan que exista una Ley Natural, pero es que ni siquiera aceptan el derecho del niño a nacer, luego, ¿qué importa lo que piensen los abortistas?

3. Si se niega y huye tan empecinadamente de la Ley Natural hoy en día es, sencillamente, porque un orden natural nos remite a un Creador, al autor de esa naturaleza. Probablemente esta es la razón por la que la mayoría de las instituciones defensoras de la vida esgrimen argumentos sociales, psicológicos, humanistas o simplemente tangenciales a la hora de rechazar el aborto. Piensan que recordar que el aborto es radicalmente contrario a la naturaleza resulte demasiado 'carca', excesivamente cercano la existencia de un Dios que exige el cumplimiento de ese orden natural.

4. Se supone que renunciando a hablar de Dios para defender a los no nacidos mayor número de personas rechazarán el aborto. Adoptando esta estrategia de bajo perfil, intentando amoldarse a las preocupaciones sociales del momento, el movimiento en defensa de la vida debería resultar más simpático, más aceptable para quienes de un modo u otro justifican el aborto. Pero, ¿es éso lo que ocurre? ¿Renunciar a la raíz objetiva de la naturaleza humana realmente hace cambiar la opinión de la sociedad? ¿Es eficaz esconder a Dios en nuestras palabras al hablar de la muerte de los no natos? Hasta ahora no parece que haya dado resultados espectaculares. Quizá porque la persona necesita entender el porqué de la culpa y el perdón, el deber y la esperanza. La persona necesita a Dios para conocer qué debe hacer, que decisiones morales ha de tomar, y si sólo servimos argumentos humanistas o sociales, el individuo no encuentra suelo firme en el que apoyar su opinión, quedando ésta a merced de motivaciones sociológicas, psicológicas o sentimentales, pero no morales.

A lo mejor lo que espera la sociedad no es una retahíla de slóganes y un exagerado pudor aconfesional, sino que se le hable de Aquel que la puede y quiere sanar.

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