martes, 30 de septiembre de 2008

Delibes, el aborto y la Religión

Este artículo de Miguel Delibes se puede leer en EL Pais.com. Sí, como dice Delibes, el embrión es el débil, el desprotegido, el que silenciosamente exige vivir. Anima ver que un escritor admirado por la progresía de caviar se decanta claramente por el derecho a vivir, y a la vez desconcierta que haga esa distinción entre la defensa del no-nato y las creencias religiosas.

Si bien no hace falta ser católico para defender la Vida desde su concepción, pues está escrito en la ley natural, no es casualidad que haya sido la Iglesia Católica la que de manera más rotunda ha defendido a los no natos. Y lo ha hecho precisamente por la conciencia que tiene del pecado y la naturaleza caída del hombre, aunque Miguel Delibes vea esto accesorio. El bautizado debe ser más sensible a toda ofensa realizada contra Dios, por lo que siempre verá en el asesinato en cadena de los seres más inocentes no una mera injusticia, sino la mayor tragedia del mundo contemporáneo. No es casualidad que, cuánto más se aleja la sociedad de Dios, mayor sea el número de abortos. Sin conciencia pública resulta difícil mantener la conciencia en el ámbito privado. Sin un reconocimiento público de los derechos de Dios, resulta imposible una defensa política de los más débiles.
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Aborto libre y progresismo
Miguel Delibes

En estos días en que tan frecuentes son las manifestaciones en favor del aborto libre, me ha llamado la atención un grito que, como una exigencia natural, coreaban las manifestantes: Nosotras parimos, nosotras decidimos.
En principio, la reclamación parece incontestable y así lo sería si lo parido fuese algo inanimado, algo que el día de mañana no pudiese, a su vez, objetar dicha exigencia, esto es, parte interesada, hoy muda, de tan importante decisión.
La defensa de la vida suele basarse en todas partes en razones éticas, generalmente de moral religiosa, y lo que se discute en principio es si el feto es o no es un ser portador de derechos y deberes desde el instante de la concepción.
Yo creo que esto puede llevarnos a argumentaciones bizantinas a favor y en contra, pero una cosa está clara: el óvulo fecundado es algo vivo, un proyecto de ser, con un código genético propio que con toda probabilidad llegará a serlo del todo si los que ya disponemos de razón no truncamos artificialmente el proceso de viabilidad. (...)
La socióloga americana Priscilla Conn, en un interesante ensayo, considera el aborto como un conflicto entre dos valores: santidad y libertad, pero tal vez no sea éste el punto de partida adecuado para plantear el problema.
El término santidad parece incluir un componente religioso en la cuestión, pero desde el momento en que no se legisla únicamente para creyentes, convendría buscar otros argumentos ajenos a la noción de pecado.
En lo concerniente a la libertad habrá que preguntarse en qué momento hay que reconocer al feto tal derecho y resolver entonces en nombre de qué libertad se le puede negar a un embrión la libertad de nacer.
Las partidarias del aborto sin limitaciones piden en todo el mundo libertad para su cuerpo. Eso está muy bien y es de razón siempre que en su uso no haya perjuicio de tercero. Esa misma libertad es la que podría exigir el embrión si dispusiera de voz, aunque en un plano más modesto: la libertad de tener un cuerpo para poder disponer mañana de él con la misma libertad que hoy reclaman sus presuntas y reacias madres.
Seguramente el derecho a tener un cuerpo debería ser el que encabezara el más elemental código de derechos humanos, en el que también se incluiría el derecho a disponer de él, pero, naturalmente, subordinándole al otro.
Y el caso es que el abortismo ha venido a incluirse entre los postulados de la moderna progresía. En nuestro tiempo es casi inconcebible un progresista antiabortista. Para estos, todo aquel que se opone al aborto libre es un retrógrado, posición que, como suele decirse, deja a mucha gente, socialmente avanzada, con el culo al aire.
Antaño, el progresismo respondía a un esquema muy simple: apoyar al débil, pacifismo y no violencia.
Años después, el progresista añadió a este credo la defensa de la Naturaleza.
Para el progresista, el débil era el obrero frente al patrono, el niño frente al adulto, el negro frente al blanco. Había que tomar partido por ellos. Para el progresista eran recusables la guerra, la energía nuclear, la pena de muerte, cualquier forma de violencia. En consecuencia, había que oponerse a la carrera de armamentos, a la bomba atómica y al patíbulo. El ideario progresista estaba claro y resultaba bastante sugestivo seguirlo.
La vida era lo primero, lo que procedía era procurar mejorar su calidad para los desheredados e indefensos. Había, pues, tarea por delante.
Pero surgió el problema del aborto, del aborto en cadena, libre, y con él la polémica sobre si el feto era o no persona, y, ante él, el progresismo vaciló.
El embrión era vida, sí, pero no persona, mientras que la presunta madre lo era ya y con capacidad de decisión.
No se pensó que la vida del feto estaba más desprotegida que la del obrero o la del negro, quizá porque el embrión carecía de voz y voto, y políticamente era irrelevante.
Entonces se empezó a ceder en unos principios que parecían inmutables: la protección del débil y la no violencia.
Contra el embrión, una vida desamparada e inerme,podía atentarse impunemente. Nada importaba su debilidad si su eliminación se efectuaba mediante una violencia indolora, científica y esterilizada. Los demás fetos callarían, no podían hacer manifestaciones callejeras, no podían protestar, eran aún más débiles que los más débiles cuyos derechos protegía el progresismo; nadie podía recurrir.
Y ante un fenómeno semejante, algunos progresistas se dijeron: esto va contra mi ideología. Si el progresismo no es defender la vida, la más pequeña y menesterosa, contra la agresión social, y precisamente en la era de los anticonceptivos, ¿qué pinto yo aquí?
Porque para estos progresistas que aún defienden a los indefensos y rechazan cualquier forma de violencia, esto es, siguen acatando los viejos principios, la náusea se produce igualmente ante una explosión atómica, una cámara de gas o un quirófano esterilizado.
Autor: Miguel Delibes- Fecha: 2008-08-12

lunes, 29 de septiembre de 2008

Gobierno de Esperanza Aguirre, incrementando el número de abortos en Madrid

En la página 44 y sig. del Boletín Epidemiológico de la Comunidad de Madrid se puede apreciar el incremento de abortos en dicha región bajo el mandato de la señora Esperanza Aguirre.

Desgraciadamente, todavía sorprenderá a muchos votantes habituales del PP que padecen una ceguera considerable hacia lo que este partido supone en el proceso de destrucción de la Vida y la Familia.

En el caso de la región madrileña, Aguirre ha llevado a cabo una política que, como buena liberal, se basa simplemente en una visión mercantilista del asunto: suelta unas migajas en subvenciones a las asociaciones provida, reparte un buen contingente de financiación pública para las organizaciones de planificación familiar ligadas a los negocios abortistas, y así todos callados. De esta forma se garantiza las simpatías de quienes están en contra del aborto mientras aumenta el número de asesinatos de niños no nacidos. Luego esta señora es la que va dando lecciones de "valores" en su partido, pero habría que puntualizar que es maestra no en la defensa de valores, sino en aparentarlo y de esa forma llevarse al cazo millones de votos de personas de buena voluntad. Es la mejor actriz de la mediocre farándula política de España.

viernes, 19 de septiembre de 2008

El mensaje pro-vida deja de ser tabú en Google

La lucha actual por la Vida del nasciturus es encarnizada... para el nasciturus. El resto -incluso los defendensores del derecho a vivir de los no natos- nos encontramos en una guerra social, moral y política. Política en el sentido más exacto de la palabra, es decir, una lucha por el Bien común acorralado por un sistema ideológico e institucional que pervierte las conciencias desde hace doscientos años.

Por esta razón, uno de los frentes en los que hay que dar la cara por los no natos es, precisamente, en esos ámbitos donde se juega la publicidad de principios y contra-principios. De ahí que sea una excelente noticia que Google haya tenido que permitir anuncios pro-vida en el Reino Unido. Es un pequeño, pero importante avance por no dejar en manos de los abortistas los escaparates mediáticos de esta sociedad, tan dependiente para creer en algo de su grado de difusión.

El nasciturus, de nuevo desamparado en el Congreso de los Diputados

Desde que se aprobó la Ley del Aborto del 85, los niños no nacidos han quedado cada año más desprotegidos en las instituciones públicas españolas. Ante la iniciativa socialista para crear una subcomisión que discuta el cambio de la actual ley para pasar a una que declare el aborto libre, hemos presenciado el espectáculo que han dado los partidos conservadores y democristianos en el Parlamento: el PNV ha apoyado la iniciativa, CiU se abstiene y el PP la rechaza, pero no por rechazar el aborto, sino porque considera óptima la actual ley genocida.

El cambio que prepara el PSOE es la última vuelta de tuerca del sistema para atacar a la Vida desde su concepción. Hasta ahora, el aborto es considerado un delito despenalizado en tres supuestos: violación, malformación del feto y grave pelígro físico o psíquico para la madre. En las útltimas décadas, y con la anuencia de todos los partidos que han gobernado en el Estado o en cada comunidad autónoma, esta ley que de por sí es catastrófica, ha dado lugar a una situación de aborto libre gracias a la ambigüedad del tercer supuesto legal. Lo que ahora pretenden los socialistas y los democristianos es que el aborto pase de ser un delito a ser reconocido como un derecho. La práctica seguiría siendo la misma, pero esta vez de forma legal y reconociendo en la legislación que una madre tiene derecho sobre la vida de su hijo.

Sí, como siempre que se toma una iniciativa de este tipo, cabe preguntarse, ¿es acorde a lo que estableció el Tribunal Constitucional acerca del conflicto que se establece en una aborto entre la madre y el nasciturus? ¿Encaja la doctrina del TC con la pretensión de convertir el aborto de delito a derecho? Y la respuesa es: no, no es coherente con lo dicho por el Tribunal Constitucional. Pero a estas alturas en las que el poder judicial de España ya ha rechazado en varias ocasiones la ley natural e incluso su propia doctrina, ¿acaso importa algo? ¿Podemos los españoles, y más los que aún no han nacido, esperar amparo de la Justicia de este país?

Y es que no sólo las instituciones políticas están corrompidas moralmente: todo el aparato del Estado, incluyendo la Justicia, se ha convertido en una maquinaria de laminar y desbrozar derechos sin contemplación.